Había una vez una niña llamada Martina, que vivía en una casa, pero muy pequeña. No podía invitar a sus amigas porque no había lugar para jugar a las muñecas y divertirse. Martina le pidió a su papá permiso para jugar en casa de sus amigas Micaela, Camila y Luzmila. De tanto ir y venir, Martina se empezó a aburrir. Se cansaba porque no tenía otra cosa.
Un día, para ir a jugar, salió por la puerta de atrás de su casa. Caminó por el jardin hasta llegar a la casa de su amiga. Se dio cuenta igual, que la caminata era grande y larga.
El jardín de la casa de Martina era grande, con rico olor de las flores que plantaba su papá: margaritas, rosas, malvones y tulipanes.
Desde entonces se dio cuenta de que podía invitar a sus amigas a jugar en el jardín de su casa.
Al final se puso muy feliz.
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